sábado, 27 de octubre de 2007

20 cosas que amo de la San Martín


  1. Amo tener cuentas enormes en el puesto (portafolios) de Panchito y no pagarle nunca.

  2. Amo evaluar a las tipas buenas y rajar de las feas.

  3. Amo burlarme de tantos morlacos y espécimenes raros que encuentro a cada paso que doy dentro de la facultad. Léase: el tipo que usa falda, el del pelo azul, el Bismutol, Scritch, entre otros.

  4. Amo mirarle el culo a la hembrita de Freddy mientras saca copias.

  5. Amo sacar siempre el primer puesto sin estudiar ni hacer nada bueno por la vida.

  6. Amo comer un pan con huevo, queso, pollo, palta, hamburguesa, papas fritas, zarandaja + una taza de café donde la tía Melisa (todo por una luca).

  7. Amo mear en lo inodoros y que los demás se sienten donde dejé orines.

  8. Amo las clases hueveras de la Pepa donde todos comemos, leemos, jugamos dominó, saltamos a la soga y bailamos.

  9. Amo tener un profesor tan patán como Monzante porque sé que siempre habrá un tipo más cagado que yo.

  10. Amo intoxicarme con los excrementos fritos que vende el Colorado.

  11. Amo mirarle las tetas a la tipa que regala café en el Nescafé Lounge.

  12. Amo tener un currículum en blanco después de cuatro años de vida universitaria.

  13. Amo seguir siendo estúpido y que no me lo saquen en cara ni me pidan cambiar.

  14. Amo a Scollo (el viejito de foto) por robarle durante 20 años a la facultad.

  15. Amo que hayan botado al chino que enseñaba inglés aunque nunca me haya enseñado. Corrección: ahora enseña en Turismo. Es decir, hubiera sido mejor (para él) que lo despidieran.

  16. Amo contar, en un papelito, las veces que Valera repite su famosísimo: ¿Está bien?

  17. Amo hablar de pornografía y discutir de sexo con el Tigre.

  18. Amo gritar ¡¡¡THE BIG AND ONLY ONE BOOOOOOOOS IS IN THE MOTHER FUCKIN’ HOUSE!!! en el lugar y momento que sea, no importa si es en clase.

  19. Amo reír a carcajadas cada vez que veo a Mauricio (el de Multimedia) con su saco a cuadros tan pacharaco.

  20. Pero, sobre todo, amo a la San Martín porque sé que me convertirá en un profesional mediocre con un puesto miserable en un pasquín de quinta categoría y porque a lo máximo que aspiraré será a ver el precio del pollo en el mercado.

viernes, 26 de octubre de 2007

Un viejo indecente


Me levanté y fui hacia el jodido cuarto de baño. Odiaba mirarme en aquel espejo pero lo hice. Ví depresión y derrota. Unas bolsas oscuras debajo de mis ojos. Ojitos cobardes, los ojos de un roedor atrapado por un jodido gato. Tenía la carne floja, parecía como si le disgustara ser parte de mí.

Charles Bukowski

jueves, 25 de octubre de 2007

La mujer (2)


Manongo: oye, te voy a decir algo. Y no te asustes ni te pongas roja ni nada, ¿está bien?

Tere: ya, está bien

Manongo: y lo pondré en altas para que lo leas bien

Manongo: PASE LO QUE PASE, SEA LO QUE SEA Y ESTÉS CON QUIEN ESTÉS, JAMÁS (Y ES JAMÁS) VOY A DEJAR QUE TE PASE NADA MALO, NI QUE SALGAS PERJUDICADA POR MI CULPA. TENEMOS 2 DIAS HABLANDO Y ME ATREVO A JURARLO, NO DEJARÉ QUE NADA TE PASE

Tere: ¿Por qué eres así?

Manongo: ¿Así?, ¿cómo?

Tere: pues, así

Manongo: no sé, creo que es tu mente la que me hizo así

Tere: tan indescriptible

Manongo: la culpa es de tu cabeza, yo no existo

Tere: maldita butthead

Manongo: Jajaja. Bueno, parece que el mensaje quedó claro

Tere: ¿Crees que seamos capaces de hablar de estos temas en persona?

Tere: creo que de aquí a 10 u 11 conversaciones más

Manongo: la de hoy estuvo muy bonita. Espérame un rato, tengo que darme un baño, no te vayas

Tere: OK. Me quedaré mientras leo La náusea. Ya leí tu nota

Manongo: no la hice muy sentimental, comprenderás por qué

Tere: bueno, vé a bañarte ya. Aquí te espero

Manongo: adiós, Tere

Tere: adiós, Manongo

miércoles, 17 de octubre de 2007

Mi llama azul

No eres el Zippo más espectacular ni, mucho menos, el más lujoso del mundo. No tienes esos dibujos psicodélicos de Elvis Presley o el logo de Playboy en colores pastel. Tampoco eres de los más caros. Corrección: eras el más barato en aquel escaparate de Wong, además del más simple y común. Pero aún así para mí eres el más chévere que existe.

Te has ganado un lugar muy especial en mi vida. Tu intenso color azul me cautivó desde ese primer contacto visual. Tu emblema Zippo, vertical a la izquierda, me hizo saber que eras para mí. Es que cuatro años juntos no han pasado en vano. Hemos quemado muchas etapas de mi (nuestra), mal que bien, llameante vida.

Me has ayudado a malograrme un poquito más. Contigo prendí mi primer cacho de marihuana al lado de la ex novia adicta de aquellos días. Gracias a los efectos de la hierba te aluciné pistola y la ibas a matar. También te usé con mis prematuros cigarrillos de adolescente (siempre los más baratos) con los que quería aparentar rebeldía frente a las chicas en las primeras fiestas a las que pude ir.

Fuiste también un gran motivador sexual y cómplice pervertido. Nunca olvidaré aquella verbena del Sophianum en la que aquella súper modelo de Red Bull se acercó a pedirme fuego para su pucho. Fuiste a parar a su mano, ella me dio la espalda. Felizmente no quisiste prender y estuve unos minutos contemplando – muy alegre yo – la maravilla de su cuerpo (visto desde atrás).

Debo confesar, muy avergonzado, que hasta a la prostitución te hice llegar. Cada sábado pasabas por una mano diferente porque, feo o bonito, barato o caro, un Zippo es un Zippo. Y supongo que, como yo en algun momento, mis amigos querían impresionar en las reuniones con un jueguete diferente al de todos. No más cajas de fósforos con el dibujo de la llamita ni propagandas de alcaldías distritales.

Me da pena verte ahora tan viejito. Ya peinas canas: poco a poco has ido perdiendo el color azul y te noto cada día un poco más plateado. Hasta incontinencia: tantas caídas deben haber hecho que algo falle adentro y chorreas bencina sin motivo aparente. Es más, ya tienes artritis: tu bisagra está tan gastada que sufro cada vez que quiero abrirte.

Sé que no he sido el mejor dueño del mundo. Pero, a pesar de todo, sabes bien que siempre te he tenido como mi amigo fiel en el bolsillo. No terminarás en un tacho de basura, lo juro. Estaré contigo hasta tu último respiro candente. Y luego, como todo gran héroe, te guardaré en ese cajón de mi velador donde descansan (no muy en paz) cartas, polaroids y obsequios que forman partes imborrables de mi vida.

jueves, 11 de octubre de 2007

La mujer


Tere: hueles a lápiz

Manongo: this place is mine

Tere: sí, lo sé

Manongo: ¿te llegaron mis mensajes ayer?

Tere: ajá

Manongo: ayer por la noche llegué a un pico muy alto cuando pensaba en ti. Sentí demasiada emoción. ¿Escuchaste mis susurros?

Tere: en serio, en la noche llegaste al punto máximo. Me ocurrió algo extraordinario

Manongo: ¿Si? ¿Qué fue lo que te pasó?

Tere: fácil estuvimos interconectados, no podría contarte

Manongo: te juro que lo mío fue algo demasiado fuerte pero es difícil de describir. Me metí a la cama y salí porque no lo soportaba. Fumé, tomé un par de gaseosas, me puse a hablar con un amigo

Tere: mierda, no puede ser. Entonces sí pasó

Manongo: nada, nada podía contra tu imagen en mí

Tere: SÍ PASÓ

Manongo: así parece

Tere: MIEEEEEEEEEEERRRRRRRDA, lo hicimos

Manongo: ¿Sabes qué? Me senté en la cama y me dije: ¿estarás pensando en mí?

Tere: habremos hecho el amor, realmente lo hicimos

Manongo: habría que preguntarle al escritor. Pero fue algo demasiado fuerte, en serio

Tere: mierda, ¿cómo se puede hacer el amor solo con imaginárselo?

Manongo: porque somos tú y yo

Tere: por momentos sentí que te ibas

Manongo: debió ser en los momentos en que sentí miedo. Mieeeeerda, me cagaste el cerebro

Tere: ya encontré los lentes

Manongo: hoy estaba pensando en tus lentes, me los puse y me miré al espejo

Tere: ¿A qué hora fue lo de anoche?

Manongo: después de las 10, pero no lo recuerdo exactamente. Las emociones empezaron desde que vi tu mail

Tere: después de las 10 , entonces es verdad

Manongo: yo te dije, desde que hablamos por aquí, que estaría allá contigo

Tere: se me hace muy increíble todo

Manongo: estamos confirmando que no solo pasan estas cosas tan fantásticas en los libros

Tere: pero Manongo, somos parte de un libro

Manongo: a lo mejor somos más que eso, ya no sé qué creer

Tere: ¿En qué dilema me he metido?

Manongo: no importa, yo siempre te cubriré

lunes, 8 de octubre de 2007

A tus pies


Debo confesar lo mucho que me excitan tus pies. Que me invade el deseo cada vez que te veo descubrirlos, sacarlos de tus curiosos zapatitos y recostarlos – con tanta delicadeza y fragilidad – sobre mi lecho. Que mi mente se pierde en sus curvos contornos, que mis ojos se regodean entre sus suaves formas.

Debo admitir que es obsesión lo que siento por tus bellos pies. Que disfruto – repleto de lascivia – cada vez que los beso y los acaricio cuando te hago el amor. Que gozo en demasía mientras recorro tu cuerpo desnudo para – al final – encontrarlos temblando, bailando al compás de tus tiernos gemidos.

Debo aclarar que es morbo aquello que entra en mí cada vez que estoy cerca de tus lindísimos pies. Que me fascina contemplar tu rostro – con claros signos de placer y excitación – mientras los beso, mientras los estrecho suavemente contra mis labios. Que el mínimo contacto con ellos me hace lleva a un éxtasis de perversión.

Debo reconocer que es un frenesí escuchar los acordes de tus pies descalzos besando el parquet de mi habitación. Que el esmalte negro de tus torneadas uñas me hace sentirlos como una tentación. Que ya no puedo pensar en una noche sin tenerlos cerca, sin tocarlos, sin acariciarlos, sin besarlos. Soy un fetichista y no soy capaz de controlar lo mucho que me provoca la perfección de tus pies.

domingo, 7 de octubre de 2007

Polaroid


Ayer encontré nuestra vieja polaroid
aquel último vestigio de tu oscuro amor
ayer volví a ella y no supe qué sentir
atiné solo a recordar tus sensuales melodías
las canté, las grité, las desafiné,
¿te perdoné, te odié o te amé?,
no lo sé, quizá nunca lo sabré.

sábado, 6 de octubre de 2007

Mi adicción

Sí, soy masoquista. Disfruto con cada cigarrillo que apago contra mi magullado antebrazo derecho. Gozo con el extraño sonido que produce la llama incandescente al tocar mi piel. Veo con placer las marcas – entre grises y rosadas – que imprime en mí cada toque. Sonrío después de cada hincón que el fuego me va regalando.

Ya son doce viajes, doce signos de derrota. Doce lágrimas que no pude contener y que quedarán estampadas en mí para siempre. Cada una con su propia su historia, momentos de crisis y angustia que pasé, que sufrí, que no superé. Lo admito, soy adicto a lastimarme.

¿Desde cuándo? No lo sé. Solo recuerdo una tarde, luego de una gran decepción. Llegué, lloré, encendí la música muy alta, me senté en mi lecho, crucé las piernas, prendí un cigarrillo, lo pité, lo cogí, lo llevé contra mí, gemí, lloré, reí. Así marqué mi negro destino.

Elegí hacerme esclavo del dolor. Escogí recurrir a ese placer tan dulce y mortífero cada vez que siento que no podré más, cada vez que me refugio en el sufrimiento para soportar, para aguantar un poco más. Sé que no escaparé, sé que nunca me libraré. Sé que en la oscuridad, entre llantos y sollozos, encenderé una chispa y la clavaré contra mí una vez más.